
Tu Presente No Está En El Pasado
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Parábola del buen samaritano – Lucas 10:25-37
“…Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata[c] y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. 36 ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 — El que se compadeció de él — contestó el experto en la ley.
— Anda entonces y haz tú lo mismo — concluyó Jesús.
Cuantas veces hemos escuchado la parábola del “Buen Samaritano”, repetirse una y otra vez, a través de nuestro caminar con Cristo, y muchas veces que la escuchamos repetirse, pensamos que si nosotros hubiésemos sido parte de la historia entonces, nos pareceríamos mucho al buen samaritano. Pero desafortunadamente, vivimos en un mundo que, vez tras vez, apoya el individualismo y el desamor. Las noticias y las redes sociales se encargan de bombardearnos con noticias de injusticias, y abusos que muchas veces esto contribuye a que nuestro corazón se endurezca ante la necesidad de nuestro prójimo.
Jesús dijo, “ama a tu prójimo, como a ti mismo” – Lucas 10:27. ¿Qué significa amar a tu prójimo? Ver la necesidad, ¿pero dejar que otro se ocupe? O envolvernos en nuestras propias obligaciones, que, cuando escuchamos de alguien que está pasando por una necesidad, decimos, “Ah pobrecito, que Dios lo bendiga”, y seguimos nuestro camino, porque se nos hace tarde para llegar al trabajo, o a hacer la comida. Y simplemente hacemos de oídos sordos al clamor de los necesitados.
¿Como te identificas en esta parábola? ¿Te identificas como el levita? Que estas tan ocupado que no puedes llegar tarde a tu cita de trabajo o al almuerzo con tu cliente. ¿O tal vez como el sacerdote? Tal vez piensas, “ay, Señor que tristeza me da por este señor, pero no tengo tiempo para detenerme y ayudarlo, no puedo llegar tarde para trabajar en tu ministerio, ya vendrá otro que lo pueda ayudar”. Que contrariedad, ¿no?
Muchas veces si estamos en posición de ayudar. Si tan solo detuviéramos por un momento nuestras vidas, y nos fijamos a nuestro alrededor, siempre va a ver alguien que va a necesitar que le extiendas tu mano amiga. Esta ayuda no es necesariamente financiera. La ayuda puede ser escuchar a tu amigo con sus problemas, a desahogarse. O tal vez llevar una caja de comida a tu vecino. O tal vez darle un “ride” a alguien a la iglesia, o a su trabajo. O decir en tu iglesia, “Pastor, como puedo ayudar”.
Dios nos bendice, no para que nos guardemos las bendiciones, si no para que seamos de bendición para los demás. Mientras mas tu des, mas te da Dios. Este principio es comprobado y resguardado por la palabra de Dios. Proverbios 11:25, “El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado. Proverbios 22:9, “El generoso será bendito, porque da de su pan al pobre”.
Te pregunto de nuevo, ¿a quien te pareces en esta parábola? Mis hermanos, seamos no solo oidores de la Palabra de Dios, si no hacedores. Este mundo necesita a gritos de buenos samaritanos. ¡Una generación que se levante! ¡Que defienda al débil! ¡Que proteja a las viudas! ¡Que vele por los huérfanos! ¡Que extienda su mano y diga, “Heme aquí, yo te ayudaré”!
Ana Agila
Ana Agila, Presidenta de Personal Tax Express, LLC, madre, hija, tia, hermana, amiga, y frecuente colaboradora del blog de la iglesia.
Ana Agila May 7, 2021
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